Si las condiciones de mantenimiento son adecuadas, las tortugas pueden reproducirse en cautividad. Solo si se tienen todos los papeles en regla se puede proceder a la cría de tortugas, puesto que los ejemplares que nazcan obtendrdán así más facilmente la documentación pertinente.
La madurez sexual
La madurez sexual depende más del tamaño que de la edad del animal. Asimismo, mientras que en la naturaleza los quelonios se tornan sexualmente maduros a los 5-6 años, dependiendo de la especie, en cautividad las condiciones favorables que potencian un desarrollo corporal mucho más rápido pueden llevar a una madurez sexual incluso demasiado precoz, a los dos años de vida.
En la mayoría de las especies, la reproducción es estacional (en primavera en zonas templadas y, generalmente, en la estación húmeda en las zonas tropicales) y puede llevarse a cabo de una sola vez o durante varias ocasiones a lo largo del año, no sólo según la especie sino también según las condiciones climáticas.
El apareamiento viene precedido de una fase de cortejo más o menos elaborada, en la que el macho puede mostrarse más bien agresivo en su encuentro con la hembra, hasta el punto de provocarle lesiones que pueden llegar ser graves (a menudo, además, los machos combaten entre sí, embistiéndose con el caparazón e intentando volcar al otro).
Un ritual típico de cortejo prevé el seguimiento de la hembra por parte del macho, que la golpea con el caparazón, le muerde la cabeza y las extremidades y, por último, tras inmovilizarla contra un obstáculo, la fecunda. La posición típica del apareamiento es la del macho sobre la hembra: el macho introduce el pene en la cloaca de la hembra y deposita dentro el esperma.
Inducir el apareamiento en cautividad
En cautividad, para estimular la actividad reproductora de muchas especies es necesario proporcionar algún tipo de «variaciones» estacionales: para las especies de clima templado hay que ofrecer un periodo de hibernación seguido de un aumento del fotoperiodo y de la temperatura, mientras que para las especies tropicales y subtropicales, que no realizan el letargo, hay que manipular el fotoperiodo y la temperatura.
A veces, en el caso de sujetos criados juntos, es necesario, además, separar durante algunos días o semanas a los machos de las hembras y luego volverlos a juntar.
Cuando se eligen los animales que se pretende que se reproduzcan es fundamental utilizar sujetos no sólo de la misma especie, sino también de la misma subespecie, por dos motivos: en primer lugar, porque no tiene ningún sentido crear híbridos y, en segundo lugar, porque es muy importante, para la conservación, mantener separadas las diferentes poblaciones.
Lo ideal es escoger individuos procedentes de la misma localidad geográfica (lo que no siempre es factible) o, como alternativa, aparear a dos tortugas que sean lo más parecidas entre sí en aspecto, coloración y dibujos. Por el contrario, hay que evitar reproducir una hembra que no se haya apareado durante muchos años, ya que en tal caso podría sufrir distocia (dificultad para poner huevos).
La puesta
La duración de la gestación es variable, no sólo de especie en especie, sino también en función de las condiciones ambientales, en particular de la temperatura.
Por lo general la puesta de huevos tiene lugar entre cuatro y ocho semanas después del apareamiento. Casi todas las especies los ponen en agujeros excavados en el suelo, que luego cubren de tierra, o entre restos vegetales.
Antes de la puesta, la hembra que vive en estado salvaje escoge con mucho cuidado un lugar adaptado para excavar el nido, a menudo haciendo varios intentos antes de encontrar uno que le satisfaga. El lugar tiene que estar a una temperatura y un grado de humedad justos, la estructura del terreno debe ser buena, y ha de estar resguardado de lluvias demasiado abundantes que podrían ahogar a los pequeños en proceso de desarrollo. Suelen elegir un lugar soleado y con una ligera pendiente.
La hembra excava el nido con movimientos alternados de las patas traseras, en ocasiones reblandeciendo el terreno previamente con su orina, y, una vez alcanzada una profundidad suficiente, empieza a poner los huevos. El proceso completo puede durar también varias horas.
Cuando acaba la puesta, cubre el agujero y aplana el terreno de modo que el nido resulte invisible para posibles depredadores. Durante todo el periodo de la puesta, la madre no debe ser molestada, ya que de otro modo podría interrumpir la puesta y abandonar el nido antes de poner los huevos.
En cautividad, la ausencia de un lugar adecuado en el que poner los huevos puede causar problemas de retención y tener graves consecuencias en la salud de la madre.
Tras el apareamiento, la hembra tiene la capacidad de almacenar el esperma durante un periodo que puede llegar a ser de seis años, lo que permite poner huevos fértiles incluso si no ha sido fecundada desde hace tiempo. Este fenómeno, conocido como anfigonia retardada tiene lugar también en otros reptiles.
A veces la madre, en lugar de poner los huevos en un nido bien construido, los abandona en el terreno; estos huevos no suelen ser fértiles, pero todavía no se sabe cómo es posible que la madre llegue a determinarlo.
La diagnosis de la gestación
A causa del caparazón rígido, que limita la posibilidad de palpación, efectuar una diagnosis de gestación únicamente con un examen externo no es nada fácil.
En ocasiones se pueden palpar los huevos calcificados a través de las fosas femorales (el espacio que queda ante las extremidades posteriores), especialmente si se tiene al animal en posición vertical, pero el método más seguro consiste en hacer una radiografía, ya que esta permite ver con claridad la cáscara calcificada. De este modo es posible no sólo contar el número de huevos, sino también comprobar que son normales en forma, dimensiones y grado de calcificación.
Asimismo, son síntomas de gestación el comportamiento imperativo y agresivo con las demás hembras, y una disminución, o cese, de la asimilación de alimentos. A menudo, si está preñada, la hembra comienza a excavar agujeros de prueba una o dos semanas antes de la puesta.
Cómo determinar si el huevo es fértil
Para poder descubrir si los huevos en incubación son fértiles es posible observarlos a contraluz a través de una fuente de luz intensa (por ejemplo, una linterna): puestos a contraluz, los huevos muestran la red de vasos sanguíneos que se está formando. Este procedimiento, sin embargo, no siembre es fiable y si es interpretado de forma errónea puede hacer que eliminemos huevos fértiles; además, podría perjudicar al huevo.
Es fundamental interpretar con prudencia los cambios de color; a veces los huevos en fase de desarrollo adquieren matices extraños u oscurecen, incluso siendo fértiles. La presencia de moho no es necesariamente un indicio de infertilidad, ya que puede aparecer si la humedad es excesiva, aunque el embrión siga con vida. De cualquier modo, es aconsejable poner los huevos con moho en un contenedor separado, para evitar que se extienda a los demás huevos.
La existencia de alguna pequeña grieta en el huevo no perjudica necesariamente el desarrollo del embrión, pero si la grieta exhala mal olor, se debe desechar el huevo.
La incubación
La duración del periodo de incubación varía dependiendo de la temperatura ambiental. No obstante, el desarrollo del embrión sólo es posible dentro de una franja de temperatura, variable de una especie a otra, pero que en muchos casos oscila en torno a los 30ºC (es decir, de un mínimo de 28 ºC a un máximo de 32 ºC). Dentro de este intervalo, cuanto más alta es la temperatura, más rápido es el desarrollo embrional y menor el tiempo que requiere el pequeño para nacer.
Sin embargo, el periodo de tiempo que transcurre entre la eclosión del primer huevo y la del último de una misma nidada puede ser muy variable —tanto en condiciones naturales como en incubación artificial— e ir de una o dos semanas a varios meses.
No todas las crías nacen al mismo tiempo, y de la primera eclosión a la última pueden pasar semanas; por ello no hay que desechar ni abrir los huevos que tardan en abrirse, a menos que parezcan claramente infértiles.
En algunas especies de las regiones temperadas más frías, además, el embrión puede interrumpir su desarrollo durante el invierno y volver a iniciarlo en primavera.
Por debajo de una determinada temperatura mínima los huevos no se desarrollan, mientras que si la temperatura es demasiado alta, podrían nacer crías con malformaciones o producirse la muerte del embrión.
La incubación artificial
Si los huevos no pertenecen a una especie originaria de la zona climática en la que vive el criador, para que puedan desarrollarse tienen que ser incubados artificialmente, tras sacarlos del nido, lo antes posible.
Antes de la puesta, el desarrollo del embrión es mínimo o nulo. Al contrario de lo que se cree normalmente, mover los huevos los primeros días tras la puesta no supone ningún riesgo para el desarrollo del embrión, como ha quedado demostrado experimentalmente.
Los huevos pueden ser colocados en un pequeño contenedor de plástico relleno hasta la mitad con un sustrato adecuado (vermiculita o mantillo mezclado con gravilla fina) y situado en una incubadora. No es necesario enterrarlos completamente, basta con cubrirlos hasta la mitad.
Cuando se acerca el momento de la eclosión, los contenedores deben ser recubiertos con una gasa, que garantiza una buena ventilación al tiempo que impide que las crías caigan y se hagan daño. Y, puesto que es normal que los pequeños, tras haber hecho una apertura en la cáscara, permanezcan en el huevo varias horas, intentar hacer que salgan puede ser perjudicial, porque se podría provocar la rasgadura del saco vitelino y, en consecuencia, también la muerte. Asimismo, hay que evitar romper los huevos que aparentemente tardan en abrirse.
La incubadora
En los comercios existen incubadoras para reptiles de gran longitud, preferibles a las de las aves, ya que estas presentan la desventaja de crear una corriente de aire excesiva que podría provocar la deshidratación de los huevos.
De cualquier modo, es posible construir, con poco gasto, una eficaz incubadora artesanal. Para ello hay que utilizar un contenedor aislante provisto de tapa y disponer en el fondo una pequeña esterilla eléctrica o un plato calefactor (40 o 60 vatios suelen bastar) sobre el que hay que poner, aunque no en contacto directo, un sistema de rejillas en el que se apoyará el contenedor de los huevos.
Para garantizar un nivel suficiente de humedad es necesario colocar en el interior un recipiente con agua y mantener la vermiculita ligeramente húmeda (el uso de un higrómetro permite controlar el grado de humedad, que en la mayoría de los casos debe oscilar en torno al 70%).
La temperatura correcta de incubación, fundamental para el desarrollo del embrión, quedará asegurada utilizando un termostato electrónico preciso. La sonda del termómetro de control deberá ser colocada cerca de los huevos, dentro de su contenedor.
Para los huevos de las especies semiterrestres (como, por ejemplo, Terrapene sp. o Cuora sp.) es necesario obtener niveles de humedad muy altos (90% o más), por lo que es fundamental que la incubadora esté fabricada con un material resistente a la humedad. Con este objetivo se puede utilizar una pecera o un terrario de vidrio.
En este caso hay que colocar sobre la rejilla un contenedor de plástico con una tapa y llenarlo con un sustrato húmedo (vermiculita mezclada con un volumen igual de agua) en el que se pondrán los contenedores de los huevos. La tapa del contenedor tendrá que estar cerrada para garantizar un elevado grado de humedad, y periódicamente habrá que añadir agua.
La ventilación quedará garantizada abriendo la tapa una vez al día durante unos pocos instantes.
El nacimiento
A medida que el desarrollo embrional avanza, la porosidad de la cáscara aumenta, a causa de la reabsorción del calcio por parte del embrión, y la estructura se debilita; al mismo tiempo que aumenta también la producción de anhídrido carbónico (CO2). En un determinado momento el nivel de CO2 es tal que ya no pasa a través de la cáscara; el embrión empieza entonces a moverse, llevando la cabeza a la burbuja de aire presente dentro del huevo, y comienza a respirar. Cuando esta reserva de aire se agota, el embrión vuelve a moverse y rompe la cáscara con la carúncula, una estructura rígida situada en la punta de la mandíbula, que desaparece después del nacimiento.
Una vez abierto el huevo, y con un agujero para respirar, la cría permanece en el interior durante varias horas, uno o dos días, en espera de absorber completamente la yema.
Los quelonios y los cuidados de los progenitores
Como la mayoría de los reptiles, las tortugas no ofrecen ninguna atención a sus pequeños, aparte de la preparación del nido. La única excepción la constituye Manouria emys, que vigila el nido durante varios días (a veces semanas) tras la puesta y que llega incluso a ahuyentar a los depredadores que se acercan al nido y a defenderlo tendiéndose encima, un comportamiento realmente único entre los quelonios.
El cuidado de los recién nacidos
Como hemos dicho, tras abrir el huevo, las crías permanecen en su interior cierto tiempo, durante el cual no hay que molestarlas, para evitar que dejen demasiado pronto el huevo con el saco vitelino todavía en el exterior. Si esto sucediera, deberían lavarse con mucho cuidado bajo un hilo de agua, para eliminar posible suciedad, y ponerse en un pequeño contenedor de plástico totalmente limpio y sin sustrato, hasta que haya tenido lugar la reabsorción del saco vitelino, que suele durar unas horas. Para impedir que el saco vitelino se pegue en el fondo del contenedor este se puede untar con vaselina estéril.
Tras la eclosión, las tortugas recién nacidas deberán ser bañadas en pocos milímetros de agua tibia hasta que puedan beber, y durante los primeros días serán ubicadas en una especie de terrario-guardería. Se aconseja dejarles a su disposición la cáscara vacía, ya que se alimentan gustosamente de ella.
El terrario debe disponer de una lámpara de UVB colocada a menos de 30 cm de distancia de los animales, y el calentamiento debe realizarse con una fuente de luz radiante situada en lo alto. El sustrato más indicado es el de simples hojas de periódico. Las exigencias de humedad y temperatura son las mismas que para los sujetos adultos.
Si las condiciones ambientales lo permiten, las jóvenes tortugas deberán ser dejadas al aire libre, para que se alimenten de plantas silvestres y disfruten del sol.
Las crías empezarán a alimentarse normalmente dos o tres días después de la eclosión, pero a veces tardan unos días más. La alimentación no es diferente de la de los progenitores, pero en trocitos pequeños. Se puede empezar enseguida a utilizar un componente mineral vitamínico y un suplemento de carbonato de calcio. Posibles errores en la alimentación durante la primera etapa de vida podrían tener graves consecuencias en el crecimiento.
La determinación del sexo
En muchas especies de quelonios la determinación del sexo no tiene una base genética sino ambiental; concretamente, el sexo lo determina la temperatura de incubación en el primer tercio del desarrollo embrional.
En el ámbito de la franja de temperatura que permite el desarrollo del embrión pueden ocurrir dos situaciones. En la primera, a temperaturas más bajas nacen todos machos; a temperaturas más altas, todos hembras; a temperaturas intermedias nacen machos y hembras en proporciones variables. En la segunda situación, a temperaturas máximas y mínimas nacen hembras mientras que a temperaturas intermedias, machos.
Este fenómeno, y las temperaturas relativas, hasta hoy sólo se han estudiado en unas pocas especies. Los datos más precisos que existen conciernen a Testudo hermanni: a una temperatura de 26-29,5ºC nacen sólo machos; a unos 30-32ºC, machos y hembras en proporción variable; y a unos 32,5-33ºC, sólo hembras.