Las tortugas terrestres dependen del calor del sol para mantener su temperatura corporal normal. No obstante, en los lugares de clima templado, durante la estación invernal el sol no es capaz de proporcionarles el calor suficiente para desarrollar las actividades comunes del organismo, y en dichas condiciones estos reptiles inician el letargo, o hibernación.
En qué consiste la hibernación
El letargo es una especie de estado de vida latente. Durante el mismo, la temperatura corporal desciende notablemente y se alteran todos los procesos fisiológicos: el ritmo cardiaco y el respiratorio se reducen enormemente, el sistema digestivo no está capacitado para funcionar y el sistema inmunitario es mucho menos eficaz.
En las tortugas de nuestro clima, la hibernación viene causada por la disminución de la temperatura diurna y de las horas de luz. El comportamiento natural en respuesta a estos estímulos consiste en la disminución de la actividad y, sobre todo, en la suspensión de la alimentación, para vaciar el intestino y prepararlo para el sueño invernal.
Muchas tortugas del norte de África, proceden, en cambio, de localidades en las que la temperatura invernal es siempre moderada, y no efectúan el letargo, pero sí la estivación (un periodo de inactividad que les permite evitar las temperaturas demasiado altas permaneciendo en agujeros cavados en el terreno); para estos animales el letargo invernal puede ser fatal y debe ser evitado.
La importancia del letargo
El letargo tiene una acción beneficiosa en la salud y el metabolismo de las tortugas y es particularmente importante para la reproducción, porque estimula y sincroniza el ciclo reproductor.
La preparación
Sólo a los animales en condiciones físicas óptimas y con suficientes reservas de grasa acumulada durante la estación cálida se les debe dejar hibernar. En consecuencia, a los animales enfermos, débiles o con bajo peso no se les puede dejar iniciar un letargo, sino que deben permanecer en un lugar cálido durante todo el invierno, en un terrario bien preparado, para poder ser alimentados y curados.
Un par de meses antes del letargo es aconsejable llevar a cabo un examen de las heces y, si es necesario, someter a la tortuga a un tratamiento antiparasitario.
La asimilación de alimentos debe cesar tres o cuatro semanas antes del letargo en los animales de tamaño medio y proporcionalmente más tarde en los más pequeños.
No debe dejarse hibernar a ningún reptil que haya comido, ya los alimentos contenidos en el aparato digestivo no son asimilados durante el letargo, con lo cual podrían pudrirse y causar una absorción de toxinas o incluso una septicemia mortal. Los residuos de comida en la boca, además, si se pudren pueden causar una grave estomatitis, infección que también puede extenderse hasta el oído medio.
El agua, por el contrario, debe ponerse a total disposición, y en abundancia, de los animales que se preparan para hibernar.
Se aconseja bañar a la tortuga diariamente durante una semana en agua a una temperatura entre 24 y 26ºC, sin exceder los 20 minutos de permanencia en el agua. Con estos baños, la tortuga podrá evacuar totalmente su aparato intestinal.
Para asegurarse de que el crecimiento y la acumulación de reservas de grasa son los adecuados, podría resultar útil verificar con regularidad el peso y la longitud de la tortuga.
Antes del inicio del letargo hay que comprobar con esmero el estado de salud del reptil mediante los mismos controles aconsejados para la compra. Si una tortuga entra en letargo sin tener un peso adecuado, o si presenta síntomas de enfermedad, es muy probable que no consiga superar el periodo invernal.
En resumen, hay que permitir a una tortuga iniciar un letargo únicamente si:
- Ha llevado a cabo un adecuado periodo de ayuno para vaciar el aparato digestivo.
- Tiene un peso apropiado.
- Está en perfecto estado de salud.
Las tortugas pueden hibernar tanto al aire libre como en lugares cerrados. Ambos sistemas presentan ventajas y desventajas pero, si se organiza bien, el segundo sistema es, sin duda, mejor, ya que es más seguro para el animal.
Las condiciones idóneas
La temperatura ambiental a la que se expone el reptil durante el letargo tiene una importancia fundamental para el éxito del letargo en sí.
Debería ser de unos 5ºC. A esta temperatura la tortuga se dormirá profundamente, el consumo de sus reservas corporales será mínimo y el animal estará a salvo de congelación.
Temperaturas inferiores a 2ºC pueden ser potencialmente peligrosas, y por debajo de 0ºC podrían causar lesiones oculares o cerebrales, con daños irreversibles, incluso en exposiciones breves, a causa de la congelación de los tejidos. Estos problemas suelen ocurrir en animales que hibernan en el exterior sin una protección adecuada.
Por el contrario, por encima de los 11ºC los animales tienden a entrar en actividad.
Un grave error que se comente en el cuidado de las tortugas en letargo es el hecho de dejarlas hibernar a una temperatura intermedia entre la óptima (18-25ºC) y la del letargo (5ºC): en estas condiciones el metabolismo continúa, aunque a un ritmo más lento, y, puesto que el animal no se alimenta, sus reservas energéticas se consumen a un ritmo demasiado rápido.
En primer lugar, el reptil consume las reservas de grasa y, una vez agotadas estas, utiliza las masas musculares y los órganos internos, por lo que acaba muriendo de inanición o despertando del letargo en un grave estado de agotamiento de las reservas corporales.
Para controlar la temperatura se pueden utilizar termómetros de invernadero, preferiblemente con indicación de temperaturas máxima y mínima.
La duración de la hibernación, en condiciones naturales, depende del clima y de la latitud. En el caso de animales criados en cautividad hay que tener también en consideración el tamaño, la edad, las reservas de grasa y el estado de salud general.
Si un animal no está en buenas condiciones físicas, puede saltarse el letargo durante un año; en caso de necesidad, también es posible acortar el letargo de forma artificial.
Para animales muy jóvenes o en condiciones físicas no perfectas, un periodo de hibernación breve probablemente sea más seguro. De cualquier modo, la duración total del letargo no debe superar las veinte semanas, lo cual en nuestros climas no suele constituir ningún problema.
Por cada mes de hibernación una tortuga pierde generalmente el 1% de su propio peso corporal. Si, por ejemplo, una tortuga pesa al inicio del letargo 1.500 gramos, tras cuatro meses habrá perdido 60 gramos (15 x 4), con lo que al final del letargo pesará 1.440 gramos.
Durante una hibernación en el interior de casa las tortugas deben pasar frecuentes exámenes, lo que no comporta ningún daño para el animal; es más, permite descubrir a tiempo posibles problemas (en cuyo caso hay que interrumpir el letargo y hacer que el animal pase el invierno al calor).
Hay quien aconseja interrumpir el letargo si se nota que la tortuga ha orinado, ya que la orina conservada en la vejiga constituye una reserva hídrica que, si se pierde, puede exponerla a sufrir una deshidratación.
Según algunos autores es adecuado despertar a las tortugas cada 2-4 semanas (dependiendo del tamaño, con mayor frecuencia a las más pequeñas), calentarlas y dejarlas en un baño en agua tibia a 24ºC, para permitirles beber. De este modo se evitan los problemas relacionados con la deshidratación.
Durante el baño hay que examinar a la tortuga, que debería abrir los ojos en un par de horas. Si la tortuga parece sana, hay que secarla y volver a hacer que inicie el letargo; si, por el contrario, se perciben síntomas de enfermedad o problemas del tipo que sean, es necesario interrumpir el letargo y situar al reptil en un lugar caliente, en un terrario bien preparado.
El letargo en lugares cerrados
Para que la tortuga hiberne en condiciones artificiales, el método más adecuado consiste en utilizar dos contenedores, uno dentro del otro (el contenedor interno debe ser de dimensiones poco superiores a las de la tortuga).
El contenedor más pequeño puede ser una caja de cartón o de poliestireno, con pequeñas aberturas para permitir el paso del aire, y deberá rellenarse con material aislante, como paja, hojas secas o papel de periódico; este contenedor se coloca dentro de uno mayor y el espacio entre ambos se rellena con otro material aislante.
De esta forma, en el caso de que la tortuga tuviera que moverse siempre estaría protegida, y le sería imposible acercarse a las paredes externas, donde la temperatura puede ser más fría.
La estancia en la que se pondrán ambos contenedores (una bodega o un garaje) deberá mantener a una temperatura constante durante todo el periodo invernal: no superior a 10ºC ni inferior a 0ºC.
Para asegurar a las tortugas una temperatura constante también es posible hacer que hibernen en un frigorífico, garantizándoles un recambio periódico de aire para que no haya en ningún momento falta de oxígeno. Este método resulta particularmente adecuado para el letargo de las tortugas en su primer año de vida.
El letargo al aire libre
Si son criadas en el exterior, las tortugas mediterráneas reducen gradualmente la asimilación de alimento a medida que se acerca el otoño, hasta anular por completo la alimentación unas semanas antes de entrar en hibernación. En el momento oportuno, estos reptiles estarán con el aparato digestivo completamente vacío, que es la condición ideal para afrontar el sueño invernal.
Luego, cuando las condiciones climáticas alcanzan un punto crítico, las tortugas empiezan a excavar en el terreno y se entierran (un comportamiento más bien «seguro», puesto que, aun con temperaturas externas particularmente frías, y a pocos centímetros de profundidad, el hielo no penetra en el terreno).
Los riesgos de este método guardan relación ante todo con el ataque de los depredadores, en particular topos y ratas, y con la posibilidad de que el punto en el que se encuentra la tortuga quede inundado por el agua en el caso de precipitaciones muy intensas.
Otro inconveniente lo podría constituir el hecho de que se experimentara una temperatura invernal excesivamente suave, que situara la temperatura del reptil por encima de los 10ºC. En este caso el metabolismo del animal resultaría demasiado acelerado y podría provocar un consumo excesivo de reservas corporales.
Por supuesto es muy difícil, si no imposible, vigilar con regularidad a una tortuga que se entierra al aire libre.
Una buena combinación entre ambos sistemas, es decir, el letargo natural y el letargo en lugares cerrados, consiste en dejar que las tortugas inicien espontáneamente el letargo en un refugio construido para la ocasión al aire libre con materiales resistentes a los agentes atmosféricos y con buenas capacidades aislantes; un tejado que pueda abrirse permitirá una fácil supervisión de los animales, mientras que todas las entradas y conductos de aireación tendrán que estar bien cerrados o protegidos con una fuerte red metálica para impedir el acceso a los roedores.
El interior del refugio se rellenará con mantillo y una gruesa capa de hojas secas, donde los animales se enterrarán para protegerse del hielo invernal.
Si durante el letargo la tortuga, tras un día particularmente agradable, se despierta y sale al exterior, no deberá ser alimentada. Con el retorno del frío el alimento no podría ser digerido y causaría graves problemas al animal. En cambio, es muy útil darle un baño para permitirle beber.
El letargo en las tortugas caja americanas
También las tortugas del género Terrapene que viven en la naturaleza hibernan. Todo lo comentado para las tortugas mediterráneas se puede aplicar a estos reptiles, con la única diferencia sustancial de que las Terrapene requieren una humedad ambiental más alta, que se obtiene utilizando una mezcla de hojas, mantillo y corteza humedecida como sustrato.
Roger Klingenberg, veterinario herpetólogo, propone hacer un control de la tortuga cada dos o tres semanas, comprobando que el sustrato esté lo suficientemente húmedo y dejándola en el baño durante una o dos horas para permitir que beba; luego, hay que devolverla a su sitio. El periodo máximo de letargo debe ser de 3-4 meses.
El letargo en las tortugas recién nacidas
Para las tortugas pequeñas, entrar en letargo pocas semanas después del nacimiento es una condición natural, y si están sanas, no hay motivo para que no lo hagan estando en cautividad. En vista de su reducido tamaño y de su fragilidad, sin embargo, es necesaria alguna precaución.
Las condiciones ambientales del letargo deben ser controladas, por tanto, de un modo todavía más delicado, y la duración puede quedar reducida a 6-8 semanas. Para evitar altibajos en la temperatura se puede utilizar un gran contenedor lleno de tierra en el que se refugien estas crías, que les servirá de protección para eventuales variaciones bruscas de temperatura.
El primer año se puede evitar el letargo, pero al invierno siguiente es preferible que los animales estén sujetos a un ritmo de vida más fisiológico.
El despertar
Si el letargo ha tenido lugar al aire libre, en primavera la tortuga notará el aumento de la temperatura ambiental. Por encima de 10ºC de temperatura media, su metabolismo empezará a reactivarse y el animal aparecerá.
En la naturaleza el contraste de temperatura entre el refugio subterráneo y la superficie recalentada por el sol es brusco; también debe serlo cuando se termina el letargo en un lugar cerrado. Por tanto, es inútil, o incluso perjudicial, llevar a cabo un calentamiento gradual: cuando se acaba el periodo de letargo, se saca a la tortuga de su contenedor y se calienta al sol o cerca de una fuente de calor.
Durante el letargo la tortuga vive gracias a sus reservas corporales, pero a causa del metabolismo extremadamente ralentizado su pérdida de peso debería ser más bien limitada, no superior al 10%. Por tanto, es importante haber tomado nota del peso del reptil antes del letargo, para cotejarlo con el del momento de despertar, de forma que se pueda comprobar que no hay problemas a este respecto. Después, hay que llevar a cabo un control estricto de todo el animal, parecido al efectuado antes del letargo.
La primera necesidad que tiene la tortuga cuando despierta, junto a la del calor del sol, es la de beber, para rehidratarse y expeler las toxinas acumuladas por el aparato excretor. El mejor método para inducirlas a beber consiste en ponerles un contenedor de agua tibia, vigilando que el nivel de agua apenas supere el plastrón, para evitar el riesgo de ahogo. En un par de horas la tortuga debería beber y orinar, tras lo cual se la puede sacar del agua.
La mayoría de los animales vuelven a comer una semana después del despertar; al principio parecen preferir alimentos suculentos, como fruta y tomates, pero al cabo de pocos días hay que proporcionarles una dieta más equilibrada. Si no se reiniciara la alimentación, habría que pedir ayuda a un veterinario competente lo antes posible; esta condición, conocida como anorexia posthibernación, se agrava cuanto más se tarda en procurar solucionarla.
Cómo evitar el letargo
Cuando por diversos motivos se decide impedir el letargo hay que ofrecer a la tortuga un ambiente óptimo para que pase el invierno, de modo que siga activa durante los meses fríos. Para ello, es necesario habilitar un terrario en el que se proporcione calor y luz artificiales desde el otoño y hasta la siguiente primavera.
Problemas de posletargo
Al finalizar el letargo, si las condiciones ambientales proporcionadas no han sido óptimas, la tortuga podría sufrir alguna patología, como por ejemplo:
Lesiones en los ojos o en el sistema nervioso, causadas por una temperatura demasiado baja.
- Estomatitis necrótica (infección en la boca).
- Rinitis (infección respiratoria).
- Lesiones causadas por el ataque de roedores o insectos
- Hipovitaminosis A.